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Imposible separar obra literaria del oficio periodístico de “Gabo”

"Toda la vida he sido un periodista, mis libros son de periodista, aunque se vea poco”, solía decir el Nobel tan colombiano como mexicano México, D.F.- Aunque el mundo lo admira más por su vasta obra literaria, Gabriel García Márquez, quien falleció hoy a los 87 años, siempre ponderó su pasión por el periodismo, oficio al que consideraba “el mejor del mundo” y al que se entregó con pasión desde 1948, cuando publicó sus primeros textos en periódicos locales.

Con esa pasión fue reportero de la calle, cronista, columnista, corresponsal internacional y periodista que escribió en la prensa de otro país, independientemente de haber sido guionista de cine y de haber escrito una de las mejores obras de su siglo: “Cien años de soledad”, por la cual obtuvo el Premio Nobel de Literatura 1982.

“Fue el periodismo el que le soltó la muñeca y la imaginación”, dice Héctor Feliciano y coinciden con ello diversos autores reunidos en “Gabo Periodista”, una antología que hace un par de años coeditaron el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Fondo de Cultura Económica (FCE) y la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que creó el propio “Gabo” en 1994.

El libro rinde un merecido tributo a la faceta periodística de un autor que siempre quiso demostrar que el periodismo también es literatura y que las virtudes de un gran escritor de relatos son también las de un gran periodista.

Gerald Martin, autor también de la biografía “Gabriel García Márquez. Una vida”, ofrece una perspectiva panorámica que abarca desde su juventud y periodo formativo (1948-1963); hasta el García Márquez, hombre de mundo, posterior a 1980, pasando por el periodismo militante que hizo de 1974 a 1980.

Ofreciendo una selección de textos en los que se da cuenta de la variedad de temas que era capaz de abordar y la conformación de un estilo que a la postre acabaría desbordándose en sus novelas.

De esa época sobresalen textos como “El bus de las nueve”, “Hay que tener mala ortografía”, “Una ciudad reclama a su bobo”, “Faulkner, Premio Nobel” y “El cuento más corto del mundo”, entre otros.

Héctor Abad Faciolince cuenta, por su parte, como “El Bogotazo”, una tragedia nacional en su país, fue realmente un momento liberador para García Márquez, quien por entonces luchaba para soltarse del yugo de su padre, quien quería un abogado en la familia mientras él sólo deseaba escribir de tiempo completo.

Un golpe de suerte lo lleva a conseguir su primer empleo en el diario “El Universal”, donde debuta como columnista el 21 de mayo de 1948. El espacio se llamaba Punto y aparte, lo firmaba con su nombre y se convirtió en una especie de laboratorio en el que gustaba de difuminar las barreras entre el periodismo y la literatura.

Uno de los textos más celebrados de ese comienzo, recuerda Faciolince, fue una “hondísima reflexión sobre la precariedad de algo que parece ser tan absoluto como definitivo como el amor”.

María Teresa Ronderos se interesó en disertar sobre “Ensayo sobre el paraguas”, “Fastidio del domingo”, “El hombre de la calle”, “Si yo fuera usted”, “Algo que se parece a un milagro” y “El hombre que no ríe”, que dan cuenta de los asuntos quizá mundanos a los que se acercaba a mirar con otros ojos; pero también de esa capacidad narrativa que va puliendo y que lo llevará a la cumbre.

“La literatura le ha enseñado a buscar, de una forma sutil, la vida en lo cotidiano…Con su mirada literaria, de carácter sensible y risueño, descubre noticias donde otro no las habría visto, porque observa con cuidado los matices de la vida cotidiana de la gente y los plasma con gran economía de frases”, señala Ronderos.

Uno a uno van desglosando sus comentarios Juan Villoro, quien exalta a “Relato de un náufrago”, como el mejor reportaje de “Gabo”; José Salgar, para quien “La chispa que iluminó el lenguaje”, fue precisamente ese reportaje que elevó la circulación del periódico, permitió revelar secretos sobre el contrabando en el barco siniestrado y contribuyó al derrocamiento del gobierno en turno pero, sobre todo, puso la semilla que derivó en el Nobel de 1982.

También dedican sus plumas a la obra periodística de “Gabo”, sus colegas Jon Lee Anderson, Teodoro Petroff, Sergio Ramírez, Enrique Santos Calderón, María Jimena Duzán, Alex Grijelmo, Martín Caparrós, Antonio Muñoz Molina, Juan Cruz, Joaquín Estefanía, María Elvia Samper y Alma Guillermo Prieto, exaltando toda esa riqueza vertida en textos tan diversos y en coincidencia con lo que el propio autor ya había expresado en 1979.

“El periodismo me ha ayudado a establecer un estrecho contacto con la vida y me ha enseñado a escribir. La obra cautiva, de fantasía, ha dado valor literario a mis trabajos como periodista”.

Se añade una amplia entrevista hecha a su esposa Meche Barcha, quien perfila al compañero, al padre, al amigo y a todo lo cotidiano que dio vida a la figura literaria; el ingenio y buen humor de un escritor que en los últimos años se había retirado de la vida pública, que asistía a pocas actividades sociales, pero que siempre daba nota.

Al final del texto de poco más de 500 páginas, Jaime Abello, director de la Fundación García Márquez, habla de su virtud educadora y del interés en promover desde una institución imparcial e independiente, un proyector educativo internacional, enfocado a la reflexión, los debates y los experimentos de laboratorio sobre el oficio que tanto amó: El periodismo.

Y es que para el escritor “En la carrera en que andan los periodistas debe haber un minuto de silencio para reflexionar sobre la enorme responsabilidad que tienen”.

Gabriel García Márquez ha sido todo esto y mucho más, después de todo, como el mismo “Gabo” observa, “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Notimex

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