BEIRUT, (Líbano *). - Escondido en las colinas Metn, Dbayeh ocupa un lugar especial en la historia de los pueblos palestino y libanés. Fundado en 1956, Dbayeh es el único campo de refugiados del mundo habitado por cristianos palestinos. Son nativos de Galilea y sueñan con poder volver algún día a su amada Palestina.
La peculiaridad de Dbayeh respecto a los otros campamentos palestinos es su identidad cristiana: la gran mayoría de los palestinos, y de los refugiados palestinos, son musulmanes sunitas.
Por lo tanto, además de encarnar la interminable epopeya de los refugiados palestinos, Dbayeh es un símbolo de la antigua historia de las minorías cristianas en el Oriente Próximo y sus complejas relaciones con la comunidad musulmana y el Occidente cristiano.
Situado sólo ocho kilómetros al norte de Beirut, cerca de la autopista que une la capital libanesa con Trípoli, Dbayeh se extiende sobre cuatro pequeñas calles paralelas. El terreno es propiedad del monasterio maronita de San José, y los habitantes del campamento son cristianos-maronitas y católicos greco-melquitas.
El vecino de los refugiados de Dbayeh es Le Royale, un hotel de cinco estrellas. Ningún muro o valla rodea el campo, y los puestos de control del ejército que se pueden ver en otros campos palestinos aquí están ausentes. Pero el conocido símbolo azul y blanco de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) recuerda a los visitantes que se encuentran en un campo de refugiados palestinos.
En el campamento viven 600 familias, unas cuatro mil personas, pero las calles están a menudo desiertas. Muchos salen a primera hora de la mañana para ir a Beirut en busca de algún trabajo ocasional y regresan a casa a altas horas de la noche.
El campo de Dbayeh fue fundado en los años cincuenta para absorber a los refugiados palestinos expulsados durante la guerra árabe-israelí de 1948.
"La mayoría de los residentes provienen de las aldeas de Galilea, abandonadas por el avance de Israel", explica Emil, de sesenta y cuatro años, quien llegó a Dbayeh con su familia cuando era un niño.
"Al principio los libaneses fueron muy acogedores con los palestinos, especialmente con los cristianos. Obispos, sacerdotes y religiosos fueron muy hospitalarios con nosotros, los cristianos, en las iglesias y monasterios. Pero en ese momento el éxodo palestino se consideraba un fenómeno temporal. Incluso nosotros, pobres ilusos, lo pensábamos", continua Emil, quien junto con su esposa se gana la vida con la venta de las pocas frutas cultivadas en su propia huerta, al lado de la autopista Beirut-Trípoli.
La UNRWA, en colaboración con la Misión Pontificia de Palestina, sustituyó las primeras tiendas del campamento por pequeñas casas hechas de ladrillos. "Por voluntad de las autoridades libanesas los techos tenían que estar hechos de zinc, para que no hubiese ninguna construcción vertical", cuenta Michel, uno de los veteranos del campo, quien llegó aquí con su madre y tres hermanos después de la Guerra de los Seis Días de 1967.
El presidente libanés Camille Chamoun (1952-1958), maronita, convencido de que los palestinos –más instruidos que la media de la región– podían fortalecer la economía nacional, los animó a presentar la documentación necesaria para obtener la nacionalidad libanesa.
"Pero la gran mayoría de los palestinos del Líbano, incluyendo a los ricos, no quisieron renunciar a su identidad palestina. Ser palestino no es sólo una cuestión de documentos. Los que aceptaron convertirse en libaneses enterraron para siempre su conexión con el pasado y renegaron del sacrificio de muchos de nuestros hermanos", sentencia Michel, quien trabajaba como secretario en la oficina de un abogado en Trípoli y ahora, con su esposa, sobrevive gracias al poco dinero que su hijo les manda desde Inglaterra.
Las tensiones en los campamentos palestinos se agravaron en los años previos a la guerra civil (1975-1990). En 1969 una violenta lucha de poder entre la policía secreta del Líbano y la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) terminó cuando las milicias palestinas expulsaron a las fuerzas libanesas de los campos.
Posteriormente, los líderes libaneses y palestinos firmaron el Tratado de El Cairo, que establecía que la OLP era responsable de la seguridad en los campamentos y prohibía la entrada a las autoridades libanesas.
Durante la guerra civil libanesa, que causó más de 150 mil muertes, oleadas de refugiados palestinos cristianos esparcidos por el Líbano encontraron refugio en Dbayeh.
Los falangistas –una formación política cristiano-nacionalista que se enfrentaba a la alianza entre los palestinos y las milicias musulmanas de izquierda– perpetraron una serie de asesinatos por revancha de los militantes palestinos que desataron una lucha generalizada en todos los campos del país.
El campamento de Dbayeh fue el único que salió casi indemne de la la guerra civil en el Líbano. Casi. Según los testimonios de los supervivientes, en Dbayeh los falangistas cometieron delitos como violaciones y decapitaciones.
Pero no fueron los únicos: las milicias sunitas y chiíes libanesas también cometieron delitos horribles en el campo. Los habitantes de Dbayeh, culpables de ser palestinos y cristianos, estaban bajo el yugo de todos los grupos armados del conflicto.
"Se vertió una gran cantidad de sangre. No como en otros campos, pero nosotros también teníamos a nuestros muertos. No recuerdo exactamente cuántos, pero siempre recordaré la imagen de mujeres y niñas decapitadas en la entrada del campamento", recuerda, conmovido, Michel.
Las Hermanitas de Nazaret, una orden inspirada en el ermitaño francés Carlos de Foucauld, están presentes en Dbayeh desde 1984. "Todos colaboran de manera activa en el mantenimiento del monasterio. Tenemos la suerte de tener una hermosa comunidad de fieles. Pobres pero fieles. Aquí la mayoría de los hombres trabajan como pescadores. Otros trabajan en la construcción y como mano de obra. Algunas mujeres cocinan postres que luego venden en las panaderías de la zona", cuenta la hermana Bernadette, francesa, quien hace unos veinte años que vive en Dbayeh.
Las hermanas, con el apoyo de Caritas, se dedican a las necesidades médicas básicas de los ancianos. Al menos oficialmente. A su dispensario en realidad va en masa toda la comunidad, y las hermanas tratan de no hacer distinciones de edad.
"Aquí no recibimos los mismos servicios sociales que en otros campamentos. La clínica está abierta sólo un par de días a la semana y es realmente complicado conseguir un tratamiento que vaya más allá de la administración de una pastilla. La ONU no hace lo suficiente por nosotros: dice que nos protege, pero apenas nos da una aspirina", se queja Fairouz, una muchacha de veinte años que nació en el campamento.
La escuela de la UNRWA más cercana está en Bourj Hammoud, un barrio al sur de Dbayeh, pero muchas familias no tienen suficiente dinero para pagar el autobús de sus hijos. "Cada vez más jóvenes creen que estudiar no sirve para nada, que las cosas nunca cambiarán. A veces es difícil culparlos. Prefieren beber y drogarse, y consiguen el dinero robando y prostituyéndose", continúa la hermana Bernadette.
No está claro cuántos de los residentes de Dbayeh son en realidad palestinos. Durante la guerra civil muchos cristianos libaneses encontraron refugio aquí. Según los autóctonos, representan una buena parte de la población de Dbayeh. Pero los matrimonios mixtos, las necesidades políticas y económicas y la fe cristiana común parecen haber desdibujado las distinciones entre los palestinos y los libaneses.
"Es común entre los libaneses considerar los campos de refugiados palestinos focos de delincuencia: por esta razón, la ley libanesa refuerza la segregación, limita los derechos de los refugiados, les prohíbe ejercer decenas de profesiones y poseer propiedades. Cuando se es pobre y se pertenece a una minoría que se convierte en gueto sistemáticamente, la supervivencia se convierte en casi un milagro.
“Los habitantes de Dbayeh, además de ser palestinos, son también cristianos. Es difícil imaginar una situación más compleja, pero nuestra fe nos exige acoger a nuestros hermanos libaneses. Y a lo largo de los años lo hemos hecho, aunque no sin problemas. Espero que un día el gobierno libanés nos tome como ejemplo. Lo estamos esperando desde hace más de cincuenta años", dice, con una mueca de resignación, la hermana Bernadette.
*En el Líbano hay varios grupos religiosos. El Estado reconoce oficialmente una veintena . Debido a la gran sensibilidad de los libaneses respecto a las relaciones numéricas entre las diversas creencias religiosas, a partir de 1932 ya no se hacen censos oficiales.
Además, el censo de 1932, que se desarrolló bajo el mandato francés, contó sólo los ciudadanos libaneses residentes en el Líbano en 1932, excluyendo a los libaneses emigrantes y a los residentes no libaneses.
Resultaron 785 mi 543 ciudadanos libaneses, divididos de la siguiente manera: 52 por ciento de cristianos y 48 por ciento de musulmanes.
Si bien durante un tiempo los cristianos eran mayoría, actualmente, según las estimaciones del gobierno de Estados Unidos, los musulmanes son cerca del 60 por ciento de la población libanesa.
Notimex
La peculiaridad de Dbayeh respecto a los otros campamentos palestinos es su identidad cristiana: la gran mayoría de los palestinos, y de los refugiados palestinos, son musulmanes sunitas.
Por lo tanto, además de encarnar la interminable epopeya de los refugiados palestinos, Dbayeh es un símbolo de la antigua historia de las minorías cristianas en el Oriente Próximo y sus complejas relaciones con la comunidad musulmana y el Occidente cristiano.
Situado sólo ocho kilómetros al norte de Beirut, cerca de la autopista que une la capital libanesa con Trípoli, Dbayeh se extiende sobre cuatro pequeñas calles paralelas. El terreno es propiedad del monasterio maronita de San José, y los habitantes del campamento son cristianos-maronitas y católicos greco-melquitas.
El vecino de los refugiados de Dbayeh es Le Royale, un hotel de cinco estrellas. Ningún muro o valla rodea el campo, y los puestos de control del ejército que se pueden ver en otros campos palestinos aquí están ausentes. Pero el conocido símbolo azul y blanco de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) recuerda a los visitantes que se encuentran en un campo de refugiados palestinos.
En el campamento viven 600 familias, unas cuatro mil personas, pero las calles están a menudo desiertas. Muchos salen a primera hora de la mañana para ir a Beirut en busca de algún trabajo ocasional y regresan a casa a altas horas de la noche.
El campo de Dbayeh fue fundado en los años cincuenta para absorber a los refugiados palestinos expulsados durante la guerra árabe-israelí de 1948.
"La mayoría de los residentes provienen de las aldeas de Galilea, abandonadas por el avance de Israel", explica Emil, de sesenta y cuatro años, quien llegó a Dbayeh con su familia cuando era un niño.
"Al principio los libaneses fueron muy acogedores con los palestinos, especialmente con los cristianos. Obispos, sacerdotes y religiosos fueron muy hospitalarios con nosotros, los cristianos, en las iglesias y monasterios. Pero en ese momento el éxodo palestino se consideraba un fenómeno temporal. Incluso nosotros, pobres ilusos, lo pensábamos", continua Emil, quien junto con su esposa se gana la vida con la venta de las pocas frutas cultivadas en su propia huerta, al lado de la autopista Beirut-Trípoli.
La UNRWA, en colaboración con la Misión Pontificia de Palestina, sustituyó las primeras tiendas del campamento por pequeñas casas hechas de ladrillos. "Por voluntad de las autoridades libanesas los techos tenían que estar hechos de zinc, para que no hubiese ninguna construcción vertical", cuenta Michel, uno de los veteranos del campo, quien llegó aquí con su madre y tres hermanos después de la Guerra de los Seis Días de 1967.
El presidente libanés Camille Chamoun (1952-1958), maronita, convencido de que los palestinos –más instruidos que la media de la región– podían fortalecer la economía nacional, los animó a presentar la documentación necesaria para obtener la nacionalidad libanesa.
"Pero la gran mayoría de los palestinos del Líbano, incluyendo a los ricos, no quisieron renunciar a su identidad palestina. Ser palestino no es sólo una cuestión de documentos. Los que aceptaron convertirse en libaneses enterraron para siempre su conexión con el pasado y renegaron del sacrificio de muchos de nuestros hermanos", sentencia Michel, quien trabajaba como secretario en la oficina de un abogado en Trípoli y ahora, con su esposa, sobrevive gracias al poco dinero que su hijo les manda desde Inglaterra.
Las tensiones en los campamentos palestinos se agravaron en los años previos a la guerra civil (1975-1990). En 1969 una violenta lucha de poder entre la policía secreta del Líbano y la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) terminó cuando las milicias palestinas expulsaron a las fuerzas libanesas de los campos.
Posteriormente, los líderes libaneses y palestinos firmaron el Tratado de El Cairo, que establecía que la OLP era responsable de la seguridad en los campamentos y prohibía la entrada a las autoridades libanesas.
Durante la guerra civil libanesa, que causó más de 150 mil muertes, oleadas de refugiados palestinos cristianos esparcidos por el Líbano encontraron refugio en Dbayeh.
Los falangistas –una formación política cristiano-nacionalista que se enfrentaba a la alianza entre los palestinos y las milicias musulmanas de izquierda– perpetraron una serie de asesinatos por revancha de los militantes palestinos que desataron una lucha generalizada en todos los campos del país.
El campamento de Dbayeh fue el único que salió casi indemne de la la guerra civil en el Líbano. Casi. Según los testimonios de los supervivientes, en Dbayeh los falangistas cometieron delitos como violaciones y decapitaciones.
Pero no fueron los únicos: las milicias sunitas y chiíes libanesas también cometieron delitos horribles en el campo. Los habitantes de Dbayeh, culpables de ser palestinos y cristianos, estaban bajo el yugo de todos los grupos armados del conflicto.
"Se vertió una gran cantidad de sangre. No como en otros campos, pero nosotros también teníamos a nuestros muertos. No recuerdo exactamente cuántos, pero siempre recordaré la imagen de mujeres y niñas decapitadas en la entrada del campamento", recuerda, conmovido, Michel.
Las Hermanitas de Nazaret, una orden inspirada en el ermitaño francés Carlos de Foucauld, están presentes en Dbayeh desde 1984. "Todos colaboran de manera activa en el mantenimiento del monasterio. Tenemos la suerte de tener una hermosa comunidad de fieles. Pobres pero fieles. Aquí la mayoría de los hombres trabajan como pescadores. Otros trabajan en la construcción y como mano de obra. Algunas mujeres cocinan postres que luego venden en las panaderías de la zona", cuenta la hermana Bernadette, francesa, quien hace unos veinte años que vive en Dbayeh.
Las hermanas, con el apoyo de Caritas, se dedican a las necesidades médicas básicas de los ancianos. Al menos oficialmente. A su dispensario en realidad va en masa toda la comunidad, y las hermanas tratan de no hacer distinciones de edad.
"Aquí no recibimos los mismos servicios sociales que en otros campamentos. La clínica está abierta sólo un par de días a la semana y es realmente complicado conseguir un tratamiento que vaya más allá de la administración de una pastilla. La ONU no hace lo suficiente por nosotros: dice que nos protege, pero apenas nos da una aspirina", se queja Fairouz, una muchacha de veinte años que nació en el campamento.
La escuela de la UNRWA más cercana está en Bourj Hammoud, un barrio al sur de Dbayeh, pero muchas familias no tienen suficiente dinero para pagar el autobús de sus hijos. "Cada vez más jóvenes creen que estudiar no sirve para nada, que las cosas nunca cambiarán. A veces es difícil culparlos. Prefieren beber y drogarse, y consiguen el dinero robando y prostituyéndose", continúa la hermana Bernadette.
No está claro cuántos de los residentes de Dbayeh son en realidad palestinos. Durante la guerra civil muchos cristianos libaneses encontraron refugio aquí. Según los autóctonos, representan una buena parte de la población de Dbayeh. Pero los matrimonios mixtos, las necesidades políticas y económicas y la fe cristiana común parecen haber desdibujado las distinciones entre los palestinos y los libaneses.
"Es común entre los libaneses considerar los campos de refugiados palestinos focos de delincuencia: por esta razón, la ley libanesa refuerza la segregación, limita los derechos de los refugiados, les prohíbe ejercer decenas de profesiones y poseer propiedades. Cuando se es pobre y se pertenece a una minoría que se convierte en gueto sistemáticamente, la supervivencia se convierte en casi un milagro.
“Los habitantes de Dbayeh, además de ser palestinos, son también cristianos. Es difícil imaginar una situación más compleja, pero nuestra fe nos exige acoger a nuestros hermanos libaneses. Y a lo largo de los años lo hemos hecho, aunque no sin problemas. Espero que un día el gobierno libanés nos tome como ejemplo. Lo estamos esperando desde hace más de cincuenta años", dice, con una mueca de resignación, la hermana Bernadette.
*En el Líbano hay varios grupos religiosos. El Estado reconoce oficialmente una veintena . Debido a la gran sensibilidad de los libaneses respecto a las relaciones numéricas entre las diversas creencias religiosas, a partir de 1932 ya no se hacen censos oficiales.
Además, el censo de 1932, que se desarrolló bajo el mandato francés, contó sólo los ciudadanos libaneses residentes en el Líbano en 1932, excluyendo a los libaneses emigrantes y a los residentes no libaneses.
Resultaron 785 mi 543 ciudadanos libaneses, divididos de la siguiente manera: 52 por ciento de cristianos y 48 por ciento de musulmanes.
Si bien durante un tiempo los cristianos eran mayoría, actualmente, según las estimaciones del gobierno de Estados Unidos, los musulmanes son cerca del 60 por ciento de la población libanesa.
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