Ilustración / Denis Galocha |
Los guardametas parapenaltis no son genios dotados de un talento premonitorio para descubrir hacia dónde chutará el rival, sólo son deportistas que saben hacer bien su trabajo. Como le gusta decir a Sergio Goycoechea, uno de los mejores arqueros argentinos de la historia y especialista en la materia, “el secreto para atajar los penales es tirarse para el lado donde va la bola”. El problema surge cuando la presión no te deja hacer el trabajo en condiciones porque nubla el funcionamiento normal del cerebro. Entonces, los guardametas se dejan llevar por un impulso automático.
Diversos estudios
demuestran que es
falso que los
penaltis sean
“una lotería”
La presión es mala consejera
“Los tiradores son los únicos que tienen algo que perder en los penaltis. Los porteros son los únicos que pueden ganar y convertirse en héroes”, sostiene Khan, y las cifras le dan la razón. Lo normal es meter los penaltis (en los Mundiales, más del 70%). Lo extraño, y a veces épico, es pararlos: el portero sólo detiene por lo general uno de cada cinco.
Sin embargo, hay una circunstancia en la que es el arquero el que tiene toda presión: cuando su equipo va por debajo en el tanteo. Entonces deja de pensar con la relativa tranquilidad que da su posición y se siente obligado a desviar la bola. Y falla, como es natural, cuando le quita las riendas a sus habilidades y se las entrega a sus impulsos instintivos. El mismo estímulo que lleva a los los sapos a lanzar hacia ese lado su lengua cuando creen que el moscón se les escapa y que provoca que los perros menen el rabo hacia la derecha cuando ven a su dueño.
En los Mundiales
se meten el 70%
de los penaltis.
Bajo presión,
el portero sólo
para el 8%
En cambio, cuando su selección iba por detrás, la probabilidad de que el portero cayera sobre su costado diestro se multiplicó: el 71% de la veces se tiró a la derecha, el 29% a la izquierda. La consecuencia fue nefasta. Como los tiradores siguieron chutando indistintamente hacia un lado u otro, la tasa de paradas se desplomó en todas esas tandas de penaltis. Y así, los porteros pasaron de obtener un 22% de efectividad a tan sólo vencer en un lamentable 8% de sus duelos, dejando de ser eficaces. Como Buffon en 2008.