FRONTERA SIRIA-IRAK.- En la frontera de Siria e Irak se ha establecido una zona de guerra que, más allá de los aspectos militares, envuelve una milenaria disputa religiosa y tiene entre sus secuelas una creciente persecución y desamparo de buena parte de la población civil, en este caso la de origen cristiano.
En Irak las tropas del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL) ya han ahuyentado a varios miles de cristianos hacia las zonas que están bajo su control, como Mosul, o hacia donde alcanza su artillería, como en Qaraqosh.
En los últimos días, Qaraqosh, un histórico centro sirio-cristiano que se encuentra a unos cincuenta kilómetros de Mosul, en el norte del país, ha recibido el impacto de varias granadas. Los cristianos están aterrorizados. Muchos sostienen que el ISIL da a los cristianos que tienen a tiro sólo dos opciones: convertirse al Islam sunita o la muerte.
Las milicias del ISIL arrasan las iglesias, hacen añicos las estatuas de la Virgen María al son de kalashnikovs (rifles de asalto de diseño soviético) y arrojan los crucifijos a las hogueras. Como consecuencia, se ha producido un nuevo éxodo del cristianismo iraquí, una comunidad acostumbrada a trasladarse forzosamente de un lado al otro del país.
Lo sabe bien Rajia, quien, con la esperanza de encontrar un poco de paz, hace seis meses se trasladó con sus tres hijas y su hermana mayor de Bagdad a Qaraqosh. Su marido se quedó trabajando en la capital, desde donde cada mes le envía su reducido sueldo de obrero. Habiendo recogido un poco de ropa y los pocos objetos de valor que les quedaban, Rajia y su familia recorrieron en autobús los cerca de ochenta kilómetros que separan Qaraqosh de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, una región autónoma de Irak.
“Mientras permanezcamos aquí, el ISIL no nos matará. ¿Pero cómo vamos a salir adelante sin trabajo y sin dinero? Aún no he podido ponerme en contacto con mi marido; es probable que ni siquiera sepa que estamos en Erbil”.
En la última semana caravanas de automóviles, camionetas y autobuses que transportan a miles de hombres, mujeres y niños han salido de Qaraqosh con dirección al barrio cristiano de Ankawa, en las afueras de Erbil.
El principal refugio que se ha puesto a disposición de la comunidad cristiana es la Ankawa High School For Girls. Ahí los refugiados son atendidos por voluntarios de la iglesia local y por personal de UNICEF y Save the Children, que a toda velocidad de las camionetas descargan suministros y medicinas.
El arzobispo de Erbil, Bashar Matti Warda, afirma que está muy preocupado por la situación: “Los cristianos estamos en riesgo, y las autoridades centrales tienen que reaccionar lo antes posible. Estas personas deben permanecer en Iraq, es nuestro deber preservar el cristianismo en este lugar.
“Muchos quieren marcharse al extranjero, especialmente a Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, donde probablemente serán rechazados. Sin embargo, prefieren arriesgarse a la expatriación antes que quedarse aquí, sin ninguna perspectiva. Me he puesto en contacto con el Vaticano, necesitamos más ayuda. Sólo con los recursos con los que contamos ahora no es suficiente para hacer frente a una emergencia como esta”.
El arzobispo confirma que hasta ahora el ISIL ha destruido los símbolos del cristianismo pero no ha masacrado a sus creyentes: “No tengo conocimiento de ninguna matanza. Y me temo que eso se debe al hecho de que el ISIL no ha tenido tiempo. Lo que es seguro es que quieren echarnos de toda la región”.
En el Ankawa High School For Girls no es fácil pasar de una habitación a otra; hay que ir con cuidado para no pisar a los ancianos recostados en el suelo y no chocar con los niños que corretean por todas partes.
“Estamos viviendo una pesadilla. He visto de todo en mi vida, como iraquí y como cristiana. En Irak ya no se puede vivir. Mi familia y yo, como muchas otras aquí, no tenemos pasaporte, así que no podemos salir del país. Para solicitar uno, los Qaraqosh se ven obligados a ir a Mosul. ¿Qué hacemos? ¿Le pedimos el pasaporte al ISIL? Esos nos matan como a perros”, cuenta Samaa, quien tiene poco más de sesenta años de edad y quien trabajaba como profesora de inglés en una escuela privada de Qaraqosh.
“Nuestros huéspedes pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieran, nadie va a echarlos. De acuerdo con nuestras estimaciones, estamos asistiendo alrededor de 20 mil personas”, afirma Jawhar Ano Abdoka, consejero de los Asuntos Cristianos en Kurdistán.
“Ahora que han llegado los Peshmerga (combatientes kurdos armados; en el idioma local ‘guerrilleros que tienen la intención de luchar hasta la muerte’), la situación está bajo control en Qaraqosh. Si los huéspedes quisieran regresar a sus hogares, podrían hacerlo con seguridad, a pesar de que desde hace algunos días no hay agua, electricidad ni gasolina. Es culpa del ISIL, que ha cortado los suministros”, dice Abdoka.
Bloquear el avance del ISIL en las zonas cercanas a las fronteras de Kurdistán, de donde forma parte Qaraqosh, y por lo tanto detener la ola de cristianos de estas tierras, es cosa de los Peshmerga. Hace pocos días el ejército iraquí se retiró de estas zonas. A la entrada de Mosul, los Peshmerga custodiaban el puesto de control de Al-Tahrir, protegido por muros de hormigón y sacos de arena. Hay que moverse con discreción porque los francotiradores del ISIL están a pocos centenares de metros y no dudan en disparar. Hace unos días le dieron a un capitán Peshmerga.
“Si el ISIL nos ataca, responderemos con coraje, como hemos hecho siempre. Ahora ya somos los únicos que nos enfrentamos a ellos, somos los que podemos hacerlo. Los iraquíes que estaban destinados a esta región, se han ido porque sus dirigentes han ordenado la retirada. Arrojaron las armas y se dieron a la fuga. Pasaremos a la ofensiva sólo cuando llegue la orden de nuestro Presidente (de Kurdistán iraquí), Massoud Barzani, quien también es el comandante de nuestras fuerzas armadas”.
Notimex
En Irak las tropas del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL) ya han ahuyentado a varios miles de cristianos hacia las zonas que están bajo su control, como Mosul, o hacia donde alcanza su artillería, como en Qaraqosh.
En los últimos días, Qaraqosh, un histórico centro sirio-cristiano que se encuentra a unos cincuenta kilómetros de Mosul, en el norte del país, ha recibido el impacto de varias granadas. Los cristianos están aterrorizados. Muchos sostienen que el ISIL da a los cristianos que tienen a tiro sólo dos opciones: convertirse al Islam sunita o la muerte.
Las milicias del ISIL arrasan las iglesias, hacen añicos las estatuas de la Virgen María al son de kalashnikovs (rifles de asalto de diseño soviético) y arrojan los crucifijos a las hogueras. Como consecuencia, se ha producido un nuevo éxodo del cristianismo iraquí, una comunidad acostumbrada a trasladarse forzosamente de un lado al otro del país.
Lo sabe bien Rajia, quien, con la esperanza de encontrar un poco de paz, hace seis meses se trasladó con sus tres hijas y su hermana mayor de Bagdad a Qaraqosh. Su marido se quedó trabajando en la capital, desde donde cada mes le envía su reducido sueldo de obrero. Habiendo recogido un poco de ropa y los pocos objetos de valor que les quedaban, Rajia y su familia recorrieron en autobús los cerca de ochenta kilómetros que separan Qaraqosh de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, una región autónoma de Irak.
“Mientras permanezcamos aquí, el ISIL no nos matará. ¿Pero cómo vamos a salir adelante sin trabajo y sin dinero? Aún no he podido ponerme en contacto con mi marido; es probable que ni siquiera sepa que estamos en Erbil”.
En la última semana caravanas de automóviles, camionetas y autobuses que transportan a miles de hombres, mujeres y niños han salido de Qaraqosh con dirección al barrio cristiano de Ankawa, en las afueras de Erbil.
El principal refugio que se ha puesto a disposición de la comunidad cristiana es la Ankawa High School For Girls. Ahí los refugiados son atendidos por voluntarios de la iglesia local y por personal de UNICEF y Save the Children, que a toda velocidad de las camionetas descargan suministros y medicinas.
El arzobispo de Erbil, Bashar Matti Warda, afirma que está muy preocupado por la situación: “Los cristianos estamos en riesgo, y las autoridades centrales tienen que reaccionar lo antes posible. Estas personas deben permanecer en Iraq, es nuestro deber preservar el cristianismo en este lugar.
“Muchos quieren marcharse al extranjero, especialmente a Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, donde probablemente serán rechazados. Sin embargo, prefieren arriesgarse a la expatriación antes que quedarse aquí, sin ninguna perspectiva. Me he puesto en contacto con el Vaticano, necesitamos más ayuda. Sólo con los recursos con los que contamos ahora no es suficiente para hacer frente a una emergencia como esta”.
El arzobispo confirma que hasta ahora el ISIL ha destruido los símbolos del cristianismo pero no ha masacrado a sus creyentes: “No tengo conocimiento de ninguna matanza. Y me temo que eso se debe al hecho de que el ISIL no ha tenido tiempo. Lo que es seguro es que quieren echarnos de toda la región”.
En el Ankawa High School For Girls no es fácil pasar de una habitación a otra; hay que ir con cuidado para no pisar a los ancianos recostados en el suelo y no chocar con los niños que corretean por todas partes.
“Estamos viviendo una pesadilla. He visto de todo en mi vida, como iraquí y como cristiana. En Irak ya no se puede vivir. Mi familia y yo, como muchas otras aquí, no tenemos pasaporte, así que no podemos salir del país. Para solicitar uno, los Qaraqosh se ven obligados a ir a Mosul. ¿Qué hacemos? ¿Le pedimos el pasaporte al ISIL? Esos nos matan como a perros”, cuenta Samaa, quien tiene poco más de sesenta años de edad y quien trabajaba como profesora de inglés en una escuela privada de Qaraqosh.
“Nuestros huéspedes pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieran, nadie va a echarlos. De acuerdo con nuestras estimaciones, estamos asistiendo alrededor de 20 mil personas”, afirma Jawhar Ano Abdoka, consejero de los Asuntos Cristianos en Kurdistán.
“Ahora que han llegado los Peshmerga (combatientes kurdos armados; en el idioma local ‘guerrilleros que tienen la intención de luchar hasta la muerte’), la situación está bajo control en Qaraqosh. Si los huéspedes quisieran regresar a sus hogares, podrían hacerlo con seguridad, a pesar de que desde hace algunos días no hay agua, electricidad ni gasolina. Es culpa del ISIL, que ha cortado los suministros”, dice Abdoka.
Bloquear el avance del ISIL en las zonas cercanas a las fronteras de Kurdistán, de donde forma parte Qaraqosh, y por lo tanto detener la ola de cristianos de estas tierras, es cosa de los Peshmerga. Hace pocos días el ejército iraquí se retiró de estas zonas. A la entrada de Mosul, los Peshmerga custodiaban el puesto de control de Al-Tahrir, protegido por muros de hormigón y sacos de arena. Hay que moverse con discreción porque los francotiradores del ISIL están a pocos centenares de metros y no dudan en disparar. Hace unos días le dieron a un capitán Peshmerga.
“Si el ISIL nos ataca, responderemos con coraje, como hemos hecho siempre. Ahora ya somos los únicos que nos enfrentamos a ellos, somos los que podemos hacerlo. Los iraquíes que estaban destinados a esta región, se han ido porque sus dirigentes han ordenado la retirada. Arrojaron las armas y se dieron a la fuga. Pasaremos a la ofensiva sólo cuando llegue la orden de nuestro Presidente (de Kurdistán iraquí), Massoud Barzani, quien también es el comandante de nuestras fuerzas armadas”.
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