
La psicóloga española Gema Martín es la nueva magdalena de Proust. Tres años atrás hizo un experimento con nueve chimpancés y cinco orangutanes en cuatro habitaciones. Uno por uno, los simios se encontraban ante un plátano fuera de su alcance en una habitación y Martín les mostraba un par de herramientas: una corta e inútil para coger la fruta y otra larga e idónea para obtener el premio. Tras esconderlas en las otras habitaciones, los animales las buscaban, probaban y con la herramienta larga lograban comer el plátano. Hicieron el experimento cuatro veces.
Tres años después, sin haber repetido el juego en todo ese tiempo, los simios volvieron a las habitaciones. Como con la magdalena de Proust, al ver a Martín, el escenario y el plátano, todos los animales excepto un orangután fueron en busca de las herramientas al mismo lugar en el que estaban tres años atrás, esta vez sin habérselas enseñado antes. En cinco segundos las tenían en sus manos. Aparentemente, recordaban el experimento. Otros animales utilizados como control, que no habían participado en el primer experimento, no fueron a buscar las herramientas.
Memoria autobiográfica
“Es bastante impresionante”, explica Martín, investigadora de la Universidad de Aarhus (Dinamarca). “Es la primera vez que se demuestra que los grandes simios pueden recordar eventos a nivel personal tanto tiempo después. Hasta ahora sólo se conocían recuerdos por un periodo de 72 horas”, añade la psicóloga, que publica su estudio en la revista Current Biology.
Martín subraya que lo que aparentemente se detecta en orangutanes y chimpancés no es la llamada memoria semántica, que hace referencia a conocimientos conceptuales, como saber que un martillo no se come. “Aquí se trataría de memoria episódica o autobiográfica, que es la capacidad para recordar cosas que nos pasan a nosotros”, señala.
La pregunta del millón
es si los grandes
simios son conscientes
de sí mismos
El objetivo de Martín es que su investigación tenga “aplicaciones a nivel ético”. Si los simios recuerdan experiencias vividas tres años antes, habría que extremar las cautelas a la hora de poner en marcha ensayos clínicos con ellos. Sólo en Reino Unido, en 2012 se emplearon unos 2.200 primates para investigación, principalmente macacos utilizados para probar la seguridad de fármacos. La UE prohibió en 2010 la experimentación con grandes simios: gorilas, orangutanes y chimpancés.